Aguadulce, el puerto que agitó la marea

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Desde hace dos décadas se viene hablando sobre la necesidad de tener un nuevo puerto en el Pacífico que permita una mayor competitividad de la región, facilite el comercio exterior y la conexión con los países asiáticos. Varios proyectos surgieron pero la mayoría naufragó en el intento.

Entre los que salieron a flote está el puerto de Aguadulce, que tiene entre sus principales inversionistas dos grandes operadores portuarios de Asia. Se trata de International Container Terminal Services de Filipinas y PSA de Singapur, uno de los más importantes operadores de terminales marítimos del mundo. El puerto contará inicialmente con cuatro grúas superpospanamax, tan altas como un edificio de 25 pisos. Su construcción, que avanza en más de un 90 por ciento, se hace sobre un terreno de 144 hectáreas en la península de Aguadulce, al frente de Buenaventura. Adicionalmente, se construye una carretera de 21 kilómetros para facilitar la movilización de mercancías.

Luego de nueve años de trámites con entidades locales y nacionales y de inversiones por 500 millones de dólares, el puerto está a las puertas de ver la luz. Sin embargo, antes tendrá que terminar de superar los obstáculos que en las últimas semanas se convirtieron en un gran palo en la rueda del desarrollo portuario, en una de las regiones más olvidadas y pobres del país.

El proyecto estuvo a punto de naufragar por la decisión del alcalde de Buenaventura, Eliécer Arboleda, quien frenó los trabajos al derogar dos circulares que habilitaban las licencias urbanísticas del puerto. Así mismo, denunció que los inversionistas habrían incurrido en una supuesta evasión de impuestos.

La medida levantó una gran polémica nacional y todos los sectores reaccionaron. La Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI) lo calificó como un golpe traicionero y dijo que enviaba una funesta señal para la inversión extranjera. El presidente de la Cámara de Comercio de Cali, Esteban Piedrahíta, coincidió en que era una estocada para la inversión foránea. Christine Riani, directora del Comité Intergremial del Valle, deploró que en esta región del país era imposible hacer grandes obras.

El gobierno también reaccionó de manera contundente. El vicepresidente Germán Vargas Lleras calificó la medida de alcaldada mientras que el presidente de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), Luis Fernando Andrade, aseguró que este es un proyecto nacional y que los alcaldes no deben interferir en el desarrollo de las grandes obras de infraestructura.

Ante el frente común que crearon gremios, empresarios y el gobierno en favor del proyecto, el alcalde de Buenaventura reversó la medida y levantó los sellos para que continuaran las obras, que deberán culminar en los próximos meses, ya que se espera que en noviembre haga su arribo el primer barco a este puerto.

A pesar del reversazo, el episodio dejó un mal sabor y la sensación de que hay algo más de fondo en querer frenar el nuevo puerto. Fuentes que se abstienen de dar sus nombres dicen que el origen de las trabas tiene que ver con el temor por la competencia que le llegará a la Sociedad Portuaria de Buenaventura (SPB) que durante más de dos décadas ha mantenido el liderazgo en esta zona del país. Es decir, no quieren más competencia.

En Buenaventura se tejen toda clase de versiones. Algunos han llegado a decir que inversionistas de la SPB estarían buscando obstaculizar la entrada en operación del nuevo puerto para evitar que con la mayor competencia se desvaloricen sus acciones.

Cabe anotar que el 83 por ciento de la Sociedad Portuaria pertenece a inversionistas privados, entre quienes están Harinera del Valle, ingenios azucareros, dirigentes sindicales y otros. El 15 por ciento está en poder de la Alcaldía de Buenaventura y el 2 por ciento restante en el Ministerio de Transporte.

¿Y el Pacífico qué?

Resulta paradójico frenar esta obra justo en una región llamada a ser la punta de lanza del comercio exterior, que se encuentra rezagada en el tema portuario frente a la costa Atlántica. En el Caribe operan más de 30 puertos, entre ellos las sociedades portuarias de Cartagena, Santa Marta y Barranquilla, así como terminales para exportar carbón, níquel y petróleo. En el Pacífico, en cambio, solo hay cuatro terminales entre los que se encuentran, además de la sociedad portuaria, TCBuen y Compas.

Ahora con la Alianza del Pacífico –de la que hacen parte Colombia, México, Perú y Chile–, es necesario fortalecer el comercio con los países del Asia-Pacífico, con los cuales el intercambio total no llega al 20 por ciento. Adicionalmente, tras la expansión del canal de Panamá, se abren grandes oportunidades para los puertos de esta zona si se tiene en cuenta que hacia el sur del continente Buenaventura es el primer puerto después de pasar el istmo.

Viendo estas oportunidades, la Sociedad Portuaria de Buenaventura puso en marcha en los últimos años un plan de inversiones por 450 millones de dólares. De ahora a 2017 espera destinar 155 millones de dólares a cuatro grúas pórtico pospanamax que llegarán la semana entrante y se sumarán a las más de 30 grúas de patio del terminal. Además, construirá 250 metros adicionales de muelle y ampliará y adecuará bodegas y patios.

Su gerente, Víctor Julio González, desestimó los rumores que hablan del temor a la competencia por la llegada del puerto de Aguadulce. Por el contrario, sostiene que es bienvenido y que su operación no afectará a la Sociedad Portuaria de Buenaventura ya que cada puerto tiene una gestión comercial y clientes diferentes. “Se está generando una polémica donde no la hay. Los rumores sobre la venta de una parte de las acciones de la Sociedad Portuaria no tienen ningún fundamento”, anotó.

González sostiene que durante 22 años el puerto ha demostrado su capacidad para mover cerca del 50 por ciento del comercio exterior del país (excluyendo carbón y petróleo). Por la terminal se exporta el 93 por ciento del azúcar que se produce en la nación y más del 50 por ciento del café. Además, el 58 por ciento de los vehículos importados llegan a través de este puerto. El año pasado la sociedad movilizó 12 millones de toneladas de mercancía y le giró a Buenaventura alrededor de 32.000 millones de pesos en impuestos, utilidades y contraprestaciones.

Sin embargo, con el ingreso de Aguadulce este puerto sentirá pasos de animal grande. El nuevo terminal aspira a ser un gran competidor en el Pacífico con la movilización de 550.000 contenedores al año –cerca de la mitad de los que mueve la zona portuaria de Buenaventura–. Además, busca estrechar los vínculos con los países del Asia-Pacífico, atrayendo a las grandes navieras de esta región.

Pero del éxito de la operación de este puerto y los que hay en Buenaventura depende que el gobierno decida de una vez por todas convertir al Pacífico en una región competitiva en materia comercial. Para ello se necesitarán medidas adicionales como profundizar el canal de acceso para que puedan atracar los buques pospanamax, y terminar por fin la vía Bogotá-Buenaventura. De lo contrario, el Pacífico seguirá sumido en la pobreza y el desarrollo portuario del país seguirá sufriendo grandes obstáculos, como los que ha tenido Aguadulce.

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