Embarcaciones comerciales podrían transportar bacterias patógenas para el ser humano

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Un estudio realizado en el CICESE puso en evidencia que las bio-incrustaciones adheridas a los cascos de barcos comerciales que llegan al puerto de Ensenada provenientes de Japón y Corea, son un importante reservorio de bacterias patógenas de la especie Vibrio parahaemolyticus, por lo que representan un riesgo real para la transmisión de enfermedades en humanos.

El artículo Pathogenic Vibrio parahaemolyticus isolated from biofouling on commercial vessels and harbor structures, se publicó en 2015 en la revista científica “Biofouling”, teniendo como autores a Valeria Revilla Castellanos, Abraham Guerrero (estudiantes de maestría y de doctorado del CICESE), Bruno Gómez Gil, Erick Navarro Barrón (investigador y estudiante del CIAD-Mazatlán, respectivamente) y a Leonardo Lizárraga Partida, investigador del Departamento de Biotecnología Marina del CICESE.

Antes de este estudio era bien conocido que bacterias del género Vibrio son comúnmente aisladas en el medio marino y tienen capacidad para adherirse a diversos tipos de superficie. Tienen como uno de sus vectores de transmisión el caparazón de crustáceos planctónicos (copépodos, principalmente) y pueden transportarse de un continente a otro en el agua de lastre (o de balastre) contenida en estos buques cargueros.

Esto provocó cambios en la legislación internacional. Ahora ninguna de estas embarcaciones puede vaciar sus tanques al interior de cualquier puerto, incluidos los puertos mexicanos.

Sin embargo, se había pasado por alto que también las incrustaciones de material biológico adheridas a los cascos de estas embarcaciones (que en inglés se conoce como biofouling) son un vector para la diseminación de estos patógenos.

En la literatura científica existe un solo antecedente. Se trata de un estudio realizado en 2010 en Hawai por N. Shikuma y M. Hadfield, pero estos investigadores no se enfocaron a vibrios ni a embarcaciones de carga transoceánicas, sino a otras bacterias patógenas (Escherichia coli, entre otras) y embarcaciones de recreo.

El estudio realizado en Ensenada se considera el subproducto (spin-off) de un proyecto patrocinado por el fondo sectorial de investigación en Salud y Seguridad Social del CONACYT y la Secretaría de Salud.

Originalmente un consorcio de instituciones (el CICESE, CIAD-Mazatlán, la Universidad Veracruzana, el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM y los Institutos Tecnológicos de Mazatlán y Nayarit) planteó estudios de transmisión de vibrios en ostiones. Pero según explica el Dr. Leonardo Lizárraga, “vimos que (la hipótesis de que embarcaciones de carga transporten en su casco estos patógenos) era una idea interesante que había que explorar para explicar por qué podían aparecer esporádicamente vibrios patógenos en Baja California”.

Diseñaron un esquema de colecta de bio-incrustaciones dentro de la rada portuaria. Incluyó la toma de muestras de tres barcos cargueros (de contenedores) que llegaron provenientes de Yokohama, Fukuyama (Japón) y de Busan (Corea del Sur), mientras permanecían atracados en la terminal internacional de Ensenada.

Otras muestras se tomaron directamente de las instalaciones de la terminal de cruceros turísticos y en la de pesca deportiva, ambos muelles localizados dentro de la rada portuaria. Se tuvieron también dos estaciones de control: una en la marina del hotel Coral, localizado un par de kilómetros al norte de Ensenada, fuera de la rada, y otra en una boya científica del CICESE que utiliza el proyecto FLUCAR para estudiar los flujos de carbono entre el océano y la atmósfera. Esta boya se localiza fuera de la Bahía de Todos Santos, frente a la cara de Punta Banda que da hacia el Pacífico.

Puede parecer fácil cumplir con un esquema de muestreo semejante, pero solamente el conseguir los permisos para hacerlo dentro del puerto tardó seis meses. “Tuvimos que pedir permisos a la Administración Portuaria Integral (API), a Capitanía de Puerto, a la SEMARNAT y contratar buzos profesionales, porque no íbamos a arriesgar a un estudiante sin experiencia. Acuérdate que estamos hablando de barcos que llegan por 4 horas; las máquinas no las apagan, están succionando agua continuamente para el sistema de enfriamiento. La logística fue muy complicada; nos tardó casi seis meses lograr todos los permisos”, señaló el Dr. Lizárraga.

Explicó que los vibrios son bacterias de vida libre, acuáticas, de las cuales bastantes tienen cepas que son patógenas para los humanos, como Vibrio cholerae, V. vulnificus y V. parahaemolyticus. Se sabe que las infecciones por Vibrio suelen estar relacionadas con la exposición al agua de mar contaminada o mariscos crudos o pobremente cocidos. Se estima que causan 80 mil casos clínicos, 500 hospitalizaciones y 100 muertes cada año en Estados Unidos.

Aclaró que es frecuente encontrar V. parahemolyticus en el ambiente, pero esto no quiere decir que se trate necesariamente de la cepa patógena. Sin embargo, “el Vibrio parahaemolyticus patógeno, que se define por tener hemolisinas, en particular una termohemolisina directa (TDH), lo encontramos en todos los puntos en donde muestreamos dentro de la rada”.

El estudio puso en evidencia que las bio-incrustaciones adheridas a los barcos que vienen del continente asiático, donde esta bacteria es pandémica y causa enfermedades en diferentes países, es un importante reservorio de vibrios patogenos, y que estos barcos podrían ser un vector que se ha pasado por alto en relación a la diseminación de V. parahemolyticus patógeno.

Y se determinó que su presencia esta restringida a la rada portuaria, asociada el biofouling de barcos y a los muelles donde atracan, ya que en las estaciones de control no se registró este patógeno. Además, y esto no se menciona en el artículo, “durante dos años dentro del programa de Salud estuvimos muestreando ostiones en la Bahía de Todos Santos, y durante dos años no registramos V. parahaemolyticus patógena”, indicó.

A diferencia del agua de balastre, que ahora las embarcaciones arrojan al mar antes de entrar a todos los puertos, no es tan fácil eliminar el biofouling y esto representa un problema. “Los barcos traen un certificado que indica cuándo hicieron la última limpieza del casco. Eso te asegura hasta cierto punto que va a disminuir el riesgo de una transportación de microorganismos patógenos”, indicó el investigador.

Otra acción podría ser que prohibieran las limpiezas in situ de estas embarcaciones, cuando están atracadas en muelle. “Es común que llegue el barco y que ahí mismo los raspen. En otros puertos esto ya está prohibido, pero no tengo conocimiento de que esta prohibición incluya puertos mexicanos.

“Lo que sí te puedo decir es que si has ido a los astilleros, ahí les quitan todo y no sé a dónde manden la conchilla y todos los balanus (saca bocados) y mejillones que retiran. No sé si lo recolectan y lo mandan al basurero municipal o lo recolecten y lo arrojen a la rada. Ese sería otro de los puntos: ver en los astilleros el destino de todas las bio-incrustaciones que desprenden cuando hacen una limpieza a los barcos”, señaló.

Consideró además que lo ideal hubiera sido contar con los fondos y permisos para mantener y ampliar el estudio. Intentaron muestrear en barcos que llegan a Costa Azul, a la terminal de “Sempra Energy” procedentes de Sudamérica y Filipinas, pero no obtuvieron permiso. La idea, explicó Leonardo Lizárraga, era muestrear en barcos de diferente procedencia, y en los cuales es posible que otros organismos, como Vibrio cholerae (causante del cólera en humanos), pudieran transportarse.

También sería ideal continuar con este tipo de proyectos en otros puertos mexicanos, y para ello podría aprovecharse la red de instituciones que logró integrarse en el proyecto financiado por el fondo sectorial de investigación en Salud y Seguridad Social del CONACYT y la Secretaría de Salud.

Mientras esto se define, el estudio publicado en la revista “Biofouling” indica, con base en pruebas de una experiencia de investigación, que el riesgo no es subjetivo, sino real.

Para mayor información, puede comunicarse con Norma Herrera, jefe del Departamento de Comunicación.

Tel: (646) 175 05 31; cel: (646) 117 16 27; nherrera@cicese.mx

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