En la década de 1970, Shenzhen, ubicada a 80 kilómetros de Hong Kong, era un aldea de 3000 pescadores. Hoy es la ciudad donde se produce el 90 por ciento de los dispositivos tecnológicos que se consumen en todo el mundo. Es el Silicon Valley de Oriente.
Shenzhen no sólo cuenta con un moderno aeropuerto, sino que tiene una arquitectura compuesta de inmensos rascacielos en los cuales se ubican oficinas de empresas tecnológicas, firmas de bienes raíces y de finanzas. De hecho, contará con el edificio más alto de China y uno de los de mayor número de pisos del mundo: el Pingan International Finance Center, de 599 metros.
El año pasado superó a Shanghái como la ciudad más cara de China para adquirir vivienda nueva, y se colocó en el puesto 16 del ranking de las ciudades del planeta en donde el costo de vida es más elevado.
Cuenta con varios centros comerciales que en su mayor parte venden productos tecnológicos recién salidos de las fábricas. Los hay de marca e imitaciones; afortunadamente, cada local detalla si lo que está a la venta es original o falso.
Su parque industrial es enorme, pues incluye unas 6000 fábricas y oficinas. Entre ellas empresas que manufacturan para distintas marcas, por ejemplo, Foxconn, famosa por armar distintos smartphones, entre ellos los iPhone y los Nokia.
La casa matriz de Huawei está ahí, al igual que uno de sus laboratorios de investigación y desarrollo en los que trabajan 50,000 empleados en un predio que cuenta con 25 edificios.
De la misma forma, en esa ciudad se fabrican equipos de Dell, ZTE, TCL y Microsoft, por mencionar sólo algunas marcas conocidas.
La mayoría de la población tiene entre 20 y 40 años (el promedio de edad es de 29). El sueldo medio ronda los 20,000 dólares, pero las jornadas laborales son extensas, por lo que la gente no tiene tiempo para salir de paseo, ni para tener hijos.
¿Cómo pasó Shenzhen de ser una aldea de pescadores a uno de los centros tecnológicos del mundo? En 1979, el gobierno chino la eligió para convertirla en una Zona Económica Especial dedicada a la tecnología.
Eso es lo que se pretende en varios puntos del país. Ahí está el primer punto de acercamiento entre esa ciudad china y Lázaro Cárdenas, Michoacán.
ECOSISTEMAS ECONÓMICOS
Al hacer un análisis sobre la economía nacional, el gobierno de Enrique Peña Nieto descubrió con preocupación la enorme disparidad del desarrollo entre las distintas regiones. Confirmó que no sólo hay dos México: el próspero del norte y el ancestralmente marginado del sur, sino muchos otros con realidades totalmente diferentes.
Concluyó que uno de sus retos era garantizar mayor equilibrio en el ritmo de crecimiento para aliviar esa disparidad. Para conseguir ese objetivo, en septiembre de 2015 el primer mandatario presentó la iniciativa de Ley Federal de Zonas Económicas Especiales, en cuya elaboración contó con el apoyo del Banco Mundial y del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.
El pasado 27 de abril concluyó el proceso legislativo luego de la aprobación en ambas cámaras del Congreso, gracias al impulso decidido de senadores como Luis Armando Melgar, presidente de la Comisión de Productividad, y este viernes 27 la ley fue promulgada por el primer mandatario.
La norma define una Zona Económica Especial (ZEE) como “un área delimitada geográficamente, con ventajas naturales y logísticas para convertirse en una región altamente productiva”.
Para atraer inversiones e impulsar la creación de empleos, como lo hizo en su momento Shenzhen, se ofrecerán beneficios fiscales y laborales; un régimen aduanero especial; un marco regulatorio ágil; se creará infraestructura de primer nivel, y se pondrán en marcha programas de apoyo, entre otros estímulos y condiciones preferenciales.
El Congreso estima que diez entidades del país se verán beneficiadas, pero son tres las primeras que se pondrán en marcha en Puerto Madero, Chiapas; en Lázaro Cárdenas, Michoacán, y en el corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec que va de Salina Cruz, Oaxaca, a Coatzacoalcos, Veracruz.
Cada una de ellas tiene una vocación económica definida. Por ejemplo, la actividad predominante en Puerto Chiapas es la exportación agroalimentaria; en Lázaro Cárdenas predomina el movimiento de minerales y vehículos; y en el Istmo las actividades están relacionadas con el sector energético y el petróleo.
Las tres contarán con un Programa de Desarrollo para el Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano; con un Plan Maestro de Desarrollo con especificaciones para la construcción, administración, operación y mantenimiento de infraestructura; y con convenios de coordinación entre los tres órdenes de gobierno para articular esas medidas.
Se creará una ventanilla única, es decir, una oficina conjunta de los tres niveles de gobierno para agilizar trámites y reducir al mínimo los requisitos para la instalación y operación de las empresas.
Tendrán una superficie de 500 hectáreas, pero su influencia directa podría expandirse hasta mil hectáreas a la redonda. Algunos son terrenos federales y, de ser necesario, se realizarán expropiaciones, ya que se busca que el gobierno sea dueño de la tierra y que se considere territorio federal.
La operación de las ZEE será la de un “ecosistema económico” en el que confluirán dos autoridades: la Administración Portuaria Integral existente y la figura de un administrador de la zona que se designará en el primer semestre del próximo año, mediante licitación pública, como si fuera un grupo aeroportuario.
El administrador integral será el encargado de elaborar el plan maestro para gestionar la inversión en infraestructura y para atraer las empresas, pero también será el responsable en caso de que una zona no funcione, por lo que podrá ser sancionado y la concesión le sería retirada.
Las ZEE contarán con el respaldo y compromiso de los gobiernos municipales, estatales y de los congresos locales, lo que de entrada garantiza su permanencia, seguimiento y ejecución.
La ruta crítica señala que durante el segundo semestre del año serán licitadas las figuras de administrador para cada una de las ZEE creadas por el Gobierno Federal, para que durante 2017 se diseñen los planes de infraestructura y se realicen las primeras obras en campo, con el fin de que en 2018 lleguen e, incluso, operen las primeras inversiones o empresas “ancla”.
LA EXPERIENCIA MUNDIAL: NO TODO ES ÉXITO
En el mundo existen 3500 ZEE que generan 600,000 millones de dólares en exportaciones y 100 millones de empleos directos. Y aunque el primer modelo se estableció en 1959 en el Aeropuerto Shannon de Dublín, Irlanda, el concepto no despegó hasta que China lo adoptó como parte de su política de desarrollo industrial, en Shenzhen.
Ahora hay decenas de zonas especiales en China, aunque se han especializado: unas son zonas de libre comercio, otras de inversión extranjera, y hay 53 dedicadas exclusivamente a la alta tecnología.
En América Latina existen cerca de 400 zonas francas o ZEE que generan más de un millón de empleos. Colombia encabeza la lista con 104, seguido de República Dominicana con 53 y Nicaragua con 49; en total, cuentan con 8000 empresas.
Sin embargo, la experiencia internacional indica que este tipo de zonas tiene baja probabilidad de éxito. De esas 3500, menos de 50 han sido un éxito rotundo y se cuentan por cientos las que son consideradas como un fracaso.
De acuerdo con la Secretaría de Hacienda, la implementación de la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales “representa un cambio en la estrategia para abatir la desigualdad y la pobreza mediante la generación de riqueza en y para estos estados”, a partir de sus vocaciones productivas regionales.
Hago votos para que su implementación sea todo un éxito. Para que finalmente esas regiones del sureste del país, siempre sumidas en el atraso o secuestradas por el crimen organizado, encuentren en este modelo la opción para cerrar las brechas y para que esos mexicanos, nuestros hermanos sin rostro, tengan las mismas oportunidades de desarrollo y bienestar que en el resto del país.
NWNoticias