El avión que veis sobre estas líneas es prácticamente idéntico a un Dornier 328JET, pero está fabricado con apenas un 10% de las piezas necesarias para construir el Dojet 328 original. Se trata del X-55 Advanced Composite Cargo Aircraft (ACCA), un avión experimental que promete revolucionar la aviación.
El X-55 ha sido uno de los proyectos menos llamativos estéticamente, pero más importantes y exitosos de Skunk Works, la división de programas avanzados de Lockheed Martin. En 2007, el laboratorio de investigación de la fuerza aérea estadounidense concedió a Lockheed Martin un pequeño presupuesto de 50 millones de dólares (muy poco si tenemos en cuenta la cuantía que suelen alcanzar estos programas de investigación). El objetivo era diseñar una aeronave basada en materiales compuestos con el mínimo coste posible, pero sin renunciar a los estándares de resistencia o durabilidad habituales.
Para el proyecto, la compañía estadounidense Avcraft, actual propietaria del diseño del Dornier 328 tras la quiebra del antiguo fabricante alemán en 2002, cedió uno de estos aparatos para el proyecto. El Fairchild-Dornier 328JET (sobre estas líneas) es un pequeño avión de carga y pasajeros utilizado como avión privado en muchas compañías o para vuelos charter. La gracia de utilizar un avión ya existente era poder utilizar ese modelo para comparar hasta donde se podía avanzar en la incorporación de nuevos materiales.
De 3.000 piezas a 300
Y vaya si llegaron lejos. Los técnicos de Skunk Works se quedaron solo con las alas, los motores, el morro y los sistemas electrónicos del Dornier. El resto lo diseñaron y fabricaron desde cero utilizando nuevas técnicas de fabricación y materiales compuestos como fibra de carbono y una variante del kevlar llamada Nomex. Gracias a estas técnicas pudieron fabricar estructuras mucho más grandes y prescindir de los complejos procesos de producción y montaje de los fuselajes en aluminio aeronáutico.
El resultado es el X-55, un Dornier 328JET más ligero y que prescinde del 90% de las piezas que serían necesarias para fabricar el modelo original. De 3.000 partes metálicas y más de 30.000 remaches, el X-55 ha pasado a solo 300 piezas metálicas y 3.000 remaches. Además, el uso de materiales compuestos lo hace tan resistente como un avión normal, pero mucho menos sensible a la corrosión.
El X-55 nunca verá la luz tal cual como modelo comercial, pero es el pionero de una nueva forma de fabricar aviones más simple, robusta, ligera y, sobre todo, barata. Aunque Lockheed Martin no es ni mucho menos la única compañía que experimenta con materiales compuestos, el éxito del proyecto X-55 ha otorgado una clara ventaja al consorcio Boeing-Lockheed Martin a la hora de hacerse con el futuro contrato del próximo bombardero de largo alcance estadounidense, un monstruo invisible de 100.000 millones de dólares. Os dejamos con un vídeo en el que explican cómo construyeron el X-55.
Gizmodo